Mechoulam, el científico que aisló la molécula del cannabis

Mechoulam, el científico que aisló la molécula del cannabis

Por Eduardo Blasina. El observador

Una interesante entrevista del diario uruguayo El observador con Raphael Mechoulam, máxima autoridad mundial en cannabis medicinal.

Todo queda más cerca en Israel que en Uruguay, viajar de Tel Aviv a Jerusalén no es un largo trayecto. Pero el embotellamiento nos sorprende. Sobre la hora, llegamos a la Universidad Hebrea de Jerusalén donde nos espera nada menos que el Dr. Raphael Mechoulam, el científico de 87 años que aisló la molécula del cannabis.

La Universidad Hebrea parece en sí misma una ciudad y dos uruguayos despistados trotan intentando encontrar el Pharmacy School at Ein Kerem medical campus, para finalmente, en un despacho tan modesto como el que tendría un profesor de la Udelar en Uruguay, nos recibe quien seguramente será Nobel en química.

El sueño compartido, hacer de Uruguay una potencia científica en cannabis medicinal. En Israel ya son más de 25 mil las personas que reciben cannabis del propio gobierno, me cuenta. «Deberían explorarse más opciones de las que se están ofreciendo actualmente, estamos trabajando con el gobierno para eso».

Entiende Mechoulam que deberían estar disponibles flores medicinales de alto contenido de CBD y bajo THC, de contenidos similares de ambos componentes, y también de alto contenido de THC, y otras variantes de acuerdo a los terpenos. Porque cada enfermedad requiere de su específica combinación de cannabinoides. Allí está el profesor.

Tan igual a como se lo ve en el excelente documental El científico disponible en Youtube. Tan uruguayo en su aspecto y en su entorno. Su despacho es austero, parece la Udelar, repleto de libros de ciencia, con algunas fotos familiares y una austeridad que uno sospecha es parte de su estilo de vida.

Mechoulam explica que en epilepsia refractaria, esa terrible enfermedad convulsiva que afecta a tantos niños, ya hay abundante evidencia científica, ya se han hecho los suficientes Clinical Trials, es decir ensayos clínicos con humanos. No hay dudas. No sé qué me impresiona más.

Si lo que sabe, si su humildad y paz, o la capacidad que tiene para explicarme algo, buscar en su computadora el trabajo científico del caso, imprimirme la primera página y retomar la explicación ya mostrándome lo central de lo que acaba de imprimir. Conversamos de cáncer, de diabetes, me muestra un estudio sobre el uso del cannabidiol en neuroblastoma, me da su opinión sobre el glaucoma y el autismo.

Es que Mechoulam ha abierto mil puertas en las que hoy trabajan cientos de médicos israelíes. Y que ha provocado que las startups surjan como hongos. Microdosificadores de uso médico, métodos nuevos de destilado y extracción, emprendimientos de genética molecular, y un sinfín de ideas que están obteniendo financiamiento generoso de inversores ángeles. Como me diría la tarde siguiente un empresario: «Hace 20 años nos trataban de delincuentes, hoy hacen cola para darnos capital de riesgo. Y es solo una planta».

Pero aunque Mechoulam transmite la paz de los sabios, algo lo inquieta. Precisamos más ensayos clínicos, en varias enfermedades. Estamos a punto de demostrar y ajustar soluciones para tantas enfermedades, explica con impaciencia.

«Pero nuestro presidente dice que no hay suficiente evidencia», le digo. «Y tiene razón!», responde, «pero es justamente porque precisamos los Clinical Trials!».

A Mechoulam no le interesa fumar, ni le interesa el dinero para él. Cuando le comentamos que justamente en esta semana el estudio oficial que encargó el gobierno israelí recomienda que se habilite la exportación y que hay euforia entre los cientos de empresas que están investigando para hacer medicamentos de cannabis, él dice que ese no es su tema.

Su tema es llegar a hacer los ensayos clínicos en ciertos tipos de cáncer, en glaucoma, en autismo que consoliden lo que ya son miles de casos anecdóticos y permitan conocer mejor cómo funciona nuestro sistema endocannabinoide, que él descubrió junto al THC, el Cannabidiol o CBD, la anandamida, un cannabinoide que genera nuestro propio organismo, y tantos otros componentes de esta peculiar planta.

¿Sabés cuánto demoró la insulina entre que fue descubierta y estuvo disponible al público? Seis meses. Y, en cambio, descubrimos el cannabidiol o CBD hace 35 años, no tiene ningún efecto secundario, sabemos que funciona, pero seguimos esperando por los ensayos clínicos finales.

Pocas horas después otro privilegio me espera. Contarle a la comunidad uruguaya en Israel, que con tanta calidez me ha tratado desde que llegué, lo que es el cannabis y lo que está pasando en nuestro país y por qué sueño fervorosamente con que Uruguay e Israel, dos pequeños países innovadores, unan esfuerzos y que mi país sea una potencia científica en cannabis medicinal.

Al terminar se acerca una muchacha de unos 25 años, con bastón, y cuando se acerca veo las marcas de extensas quemaduras en su piel. Caminaba por la vereda tres años atrás cuando un atentado terrorista voló un ómnibus. Fue medicada con opioides. No le advirtieron que el medicamento era adictivo.

Un mes después padecía por sus heridas y su adicción a algo muy similar a la heroína. Probó con el aceite de cannabis, no tiene dolor ni adicción y tiene una voluntad de hierro. Con su joven novio han montado una empresa farmacéutica, en la misma senda de Mechoulam. Demostrar cuánto puede aliviar el cannabis.

Llego al hotel con mi mente en ebullición de tantas experiencias fuertes recibidas. Lleno de agradecimiento a la vida, a los productores que me han acompañado en este viaje increíble, a la Cámara de Comercio israelí, a tantos israelíes y uruguayos con los que tengo conversaciones que me apasionan todavía más.

Y me prometo. No descansaré hasta que Raphael Mechoulam tenga sus ensayos clínicos en cooperación con científicos uruguayos. No descansaré hasta que Uruguay no se una a esa fusión de medicina y agricultura de altísima tecnología. Uruguay potencia mundial en cannabis medicinal. La cadena agrícola de más valor agregado del planeta, de plantas a medicinas, es posible que arraigue en Uruguay y transforme la economía uruguaya y la salud del mundo entero.

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